viernes, mayo 22, 2015

Los libros que inspiraron el Quijote

A la hora de escribir, la inspiración viene cargada de referencias a las obras que se han leído, y de entre todas ellas, la imitación de elementos de esos libros es inevitable. 
Muchas son las obras que podríamos considerar inspiradoras del Quijote; aquí solo expondré las que me parecen más significativas.

Exposición Los libros que inspiraron el Quijote,
 con motivo de la semana cultural del CEPA Caligrama de Torrelavega.

Romancero (1563). Se conoce como tal a las recopilaciones de romances tradicionales o romancero viejo, para diferenciarlo del romancero nuevo compuesto por romances de autores conocidos.
El romancero lo que hace es recopilar toda la masa de romances que se fueron publicando desde el nacimiento de la imprenta y que se vendían en las calles o imprentas. Forman parte de la literatura de cordel, pues eran simples pliegos doblados y colgados de un cordel para su exposición y venta.
Dado que eran una muestra de literatura popular de uso efímero y mala calidad material, no han pervivido muchos, aunque los publicados en forma de libro sí han tenido mejor suerte.
Los temas que tratan son del gusto del público popular: amores trágicos e idealizados, aventuras caballerescas, sucesos históricos, etc. Los personajes, del ciclo bretón, del ciclo artúrico, de la reconquista, etc.
El verso octosílabo y la rima parcial monorrima en la que alterna la de los versos pares con los impares sueltos, son el modelo de poema popular en lengua española.

El caballero Zifar (1512). Esta obra caballeresca de comienzos del siglo XIV se publicó por primera vez en Sevilla a comienzos del siglo XVI y es seguro que Cervantes se inspiró en ella por el carácter didáctico de la narración y por el personaje del ribaldo.
Zifar tiene como escudero al ribaldo, modelo de escudero sagaz y prudente. Su sabiduría es de carácter popular, y emplea con profusión los refranes para ilustrar sus palabras.
Hay que tener en cuenta que en la obra la narración cede al diálogo entre señor y escudero, de cuyas conversaciones irán mostrando sus «saberes».

Tirante El Blanco (1490 y 1511). La novela de Joanot Martorell fue alabada por el cura de la aldea de don Quijote por el realismo del relato, el estilo claro y por la calidad de las aventuras. Estos elementos son fundamentales a la hora de entender la importancia del Quijote como novela moderna. 
El estilo claro y sencillo, sin afectación, dista mucho del de los libros de caballerías, escritos en un lenguaje rebuscado, pomposo y extravagante en muchas ocasiones. La naturalidad en las acciones de los personajes, tan alejados de la hipérbole absurda y los hechos fantasiosos de las novelas de caballerías, supone un cambio definitivo en el estilo de las novelas.

Amadís de Gaula (1508). Considerada la mejor novela de caballerías y única digna de leerse, fue el modelo estructural del Quijote, al menos de buena parte de la segunda salida del héroe manchego. El salir a buscar aventuras que se irán sucediendo una tras otra y puesta su mente y corazón en su Dulcinea; el tomar a su dama como amada a la que rendir sus victorias; el tener a la maga Urganda como enemiga; el buscar penitencia, si no en una isla, sí en Sierra Morena; el cambiarse de nombre en ese proceso de transformación y purificación.
Hay que tener en cuenta que en la época de Cervantes, las obras de consideración debían ser una imitación de obras clásicas o tomadas como tales. De ahí el tomar el Amadís como modelo.
Teniendo en cuenta el éxito actual de la obra Juego de tronos, vemos que la influencia de esta literatura caballeresca no ha decaído, al contrario, se ha revitalizado. Ahí tenemos a los caballeros apuestos y guerreros invictos, a las más apuestas y bellas mujeres de las cortes, las continuas batallas, los ejércitos numerosos, los magos y hasta seres fabulosos. ¿Quién no nos dice que el autor no se inspiró en la obra de García Rodríguez de Montalvo o similares?

La Celestina (1499). «Libro, a mi entender, divino / si escondiese más lo humano». Esta consideración del libro de Fernando de Rojas muestra la valoración que tenía de él. 
La Celestina refleja la vida de la gente baja y la eleva a arte, como Cervantes. La Celestina mezcla el uso del refranero con la abundancia de sentencias clásicas, que en boca de una vieja alcahueta puede parecer extraño (a no ser que sea una aventajada discípula de sus clientes cultos, clérigos y estudiantes).
El carácter dialogado de la obra, que se puede considerar más una novela dialogada que una tragicomedia, hace de ella una modelo de diálogo constante entre Sancho y Quijote. Por no hablar de la nueva relación comercial que se da entre amo y criado (Sancho demanda jornal o el pago de una ínsula. Incluso consigue una indemnización por la pérdida del burro. Es un profesional del servicio).

Guzmán de Alfarache (1599 y 1604). Pensar que esta obra fue un éxito de ventas mayor que el Quijote dice mucho de los gustos de cada época y de los vaivenes que da la fama y el éxito literario. Hoy en día es una lectura pesada, casi indigesta, solo apta para lectores de obras clásicas y antiguas.
Precisamente lo que la hace pesada es lo que toma Cervantes; el uso intercalado de relatos, cuentos y novelas, cosa que en la primera parte del Quijote abunda, pero que supo dosificar en la segunda parte.
También el excesivo sermoneo de la novela picaresca para atacar el pecado y considerarlo como elemento del uso del libre albedrío del pícaro, se transforma en el Quijote en sagaces lecciones que aplica en toda ocasión que se le presente. La diferencia está en que, en Mateo Alemán este sermoneo está al servicio de la ideología católica del momento, principalmente la redención por la fe y el uso del libre albedrío; mientras que en el Quijote sirve para amonestar o aclarar los actos de los personajes.

Examen del ingenios (1575). Juan Huarte de San Juan se puede considerar el primer estudioso moderno del comportamiento de las personas según su complexión y la incidencia de los humores (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema ). Se suele considerar sus lecciones como modelo para los personajes como Quijote (colérico) o Sancho (flemático). El que en el título aparezca el «ingenioso hidalgo» sería clara muestra de esta influencia.
Esta obra se reimprimió multitud de veces y de su modernidad da cuenta el hecho de ser considera la precursora de estudios sobre psicología y sociología.

Diálogo de la lengua (escrito en 1530). A parte del carácter dialogado de la obra, que sirve de estructura narrativa para tratar cualquier cuestión de importancia, la obra tiene como tema la lengua española. Hay que considerar que se da una verdadera preocupación por el idioma, y sobre todo de la lengua vulgar, que se eleva a la categoría de lengua nacional y lengua de cultura y educación, sin que el latín deje de ser considerada como lengua culta de carácter internacional. Algo propio del autor Juan de Valdés, de clara influencia erasmista.
A parte de las consideraciones sobre aspectos púramente lingüísticos sobre palabras y expresiones o sobre hechos evolutivos de la lengua, como el paso de la f a la h en el español, la obra trata cuestiones de uso de la lengua, variedad lingüística, y sobre todo de estilo.
Esta parte la tomará Cervantes para comentar el estilo de las obras de caballería, y para realizar comentarios de crítica literaria, como la del escrutinio de la biblioteca de don Quijote o las teorías de las novelas milesias o opólogas.
La duda que se me presenta es si Cervantes leyó el manuscrito o si las ideas que contienen eran las que estaban en boca de todos los autores y gente culta de la época, dado el intenso estudio que por cuestiones lingüísticas había en la época, cosa que se traduce en multitud de obras, desde gramáticas, a ortografías y otras obras con los mismos contenidos.

La Diana (1559). Jorge de Montemayor consiguió con esta obra poner de moda el género de la novela pastoril, que sustituiría a la de caballerías en el gusto del público de la época. Los amores de personajes caballerescos, muchos de ellos de clara identificación, que desarrollan escenas amorosas en ambientes bucólicos idealizados, y donde alterna la prosa con el verso, serán los modelos de los relatos amorosos de ambiente pastoril que aparecen en la primera parte del Quijote.
Amores no correspondidos, amores despechados, amores imposibles, amores idealizados, amores no declarados. Todos ellos que se dan en la Diana se darán en el Quijote. Y junto a estos amores, la verdadera vida de los pastores del campo.

La Philosofía vulgar (1568). Juan de Mal Lara publicó en Sevilla la recopilación de refranes más extensa de la época, mil, y todos ellos glosados para aclarar su significado.
En esta obra el autor se aprovecha del trabajo de otras recopiladores, pero sin duda debió ser conocida por Cervantes. Incluso se cita al Comendador Griego en el Quijote, quien iniciaría la labor de rescate del refranero, aunque su obra se publicó póstumamente.

Entremés de los romances. Este entremés anónimo es otra de las piezas clave para entender el Quijote y, sobre todo la primera salida.
Es seguro que Cervantes o conoció la representación o la leyó (es más lógico que viera la representación). En esencia es igual que en el Quijote: un labrador enloquecido por la lectura de los romances sale de su aldea a combatir como los personajes de los romances. En la primera batalla lo muelen a palos, un vecino lo lleva de vuelta a su casa y allí recupera la cordura.
Que mezcle romances viejos con romances nuevos e incluso letrillas modernas no quita nada para ver que el germen está contenido en esta piececita cómica.

Solo un genio literario es capaz de tomar estos ingrediente y muchos más para elaborar tan exquisita obra y plato de tanto gusto como el Quijote.