Al hablar de Siglos de Oro nos referimos al periodo histórico que abarca los siglos XVI y XVII. Se trata de la época más fructífera de la historia de la literatura española. A grandes rasgos podemos decir que se irá pasando de una etapa primaveral a comienzos del siglo XVI que evolucionará hacia un verano pletórico de frutos (Renacimiento). Es la época de la alegría de vivir, del goce del amor, de la exaltación de la belleza, del afán de conocimiento, aventuras guerreras por el Mediterráneo, el Viejo Mundo (Europa) y el Nuevo Mundo (América) recién descubierto. Pero pronto se levantarán aires de intolerancia (Contrarreforma), crisis económicas y sociales. Es el otoño de sombríos años, finales del siglo XVI y buena parte del siglo XVII (Barroco), en los que se apodera de la literatura el pesimismo; la muerte muestra su cara más despreciable y lo macabro refleja el sentir atormentado del artista, para quien todo es desolación, desengaño y desencanto. El invierno acabará helando la literatura del final del siglo XVII.
- En estos dos siglos veremos cómo una serie de tópicos literarios se van a repetir, aunque la diferencia estará en la peculiaridad del tramiento en manos del poeta (creador). Se pasará de la armonía y equilibrio propios del Renacimiento, al pesimismo, la oscuridad y el retorcimiento estilístico del Barroco. Veamos algunos de ellos.
- Beatus ille. Se alaba la actitud de los que se apartan de la vida en sociedad y se refugian en la vida rural, en contacto de la naturaleza.
- Locus amoenus. Emparentado con lo anterior, supone una vuelta a la vida sencilla del campo, una exaltación del mundo rural, emparentado con el gusto por la literatura popular.
- Aurea mediocritas. Se exalta la vida sencilla, en la que el individuo ajusta su vida a cubrir sus necesidades vitales, sin envidiar las riquezas ni ser tentado por el poder, tanto social como económico.
- Carpe diem. El poeta anima a gozar del momento, a disfrutar de la vida.
- Tempus fugit. En oposición al tópico anterior, está la conciencia de la brevedad de la vida, que se hará angustiosa en el Barroco.
- Las obras literarias se poblarán de dioses clásicos que sirven de símbolos literarios, como los amorosos (Dafne y Apolo, Hero y Leandro), los guerreros (Marte) o los pastoriles (la Arcadia). Del mundo clásico se tomará la metáfora de las edades del hombre como una sucesión de estaciones, como podemos ver en el mosaico que reproducimos y que, rodeando la escena de caza, aparecen las representadas las cuatro estaciones.
- Asímismo se imitarán los distintos tipos de poemas clásicos como la epístola para asuntos morales e intimistas, la oda para la exaltación de la vida retirada, la égloga para la ambientación de obras pastoriles localizadas en una naturaleza idealizada. Y se imitará el verso blanco (endecasílabo), aquel que no tiene rima, pero respeta el ritmo y la medida del verso.
- Por proceder de Italia el Renacimiento, se imitarán los versos y las estrofas de origen italiano. Los versos más empleados serán los heptasílabos (siete sílabas) y los endecasílabos (once sílabas). En cuanto a las estrofas, se usará preferentemente el serventesio, la lira, la octava real y el terceto encadenado. Los poemas más empleados serán el soneto y la silva.
- El lenguaje de la literatura de estos siglos se enriquecerá con el uso y, a veces, el abuso de las figuras literarias o tropos. A la rica adjetivación se le unirá el empleo de la metáfora, la aliteración, el paralelismo, el hipérbaton, la hipérbole, la antítesis y otras.