En este final de octubre del año 2015, o tal vez a comienzos del mes de noviembre, salió a la luz en gozoso parto la segunda parte del Quijote de don Miguel de Cerbantes (como él gustaba firmar) hace 400 años.
Incluso habría que agradecer al autor desconocido, el tal Avellaneda, que se atreviese a usurpar la creación cervantina, pues gracias a este robo literario Cerbantes terminó la obra y remató a don Quijote y a quien se atrevió a disfrazar a sus criaturas.
Es milagroso que la vida le diese tiempo y salud para terminar tan perfecta obra que se fue escribiendo y agrandando y mejorando con el paso del tiempo. Un libro tan vivo que se escribía al día; quiero decir, que lo que contaba estaba pasando en esos momentos. Sirva de ejemplo la fecha de la carta de Teresa Panza o la visita a Barcelona.
Sin duda alguna, la biografía de Cerbantes se esconde entre sus escritos, por eso creo que la mejor biografía, la que refleja la vida en su obra, y la vida diaria del autor en su época es la del historiador Manuel Fernández Álvarez. Os invito a que la descubráis.
Y de paso a que volváis a tomar este segundo volumen de las aventuras de Sancho y Quijote, sin duda, mejor que el primero. ¡Oh, extraña creación; mucho mejor que la primera!
Porque este es un caso escaso en el que la segunda parte mejora a la primera, deshaciendo el dicho de que "nunca segundas partes fueron buenas". Esta sí.